La película protagonizada por Robert de Niro muestra cómo sus hijos en la ficción van engañándole con sucesivas mentiras, con el objetivo de aparentar que llevan una vida que en realidad no tienen. ¿Cuál es el misterio científico que rodea a las mentiras?
En 2009 se estrenó Todos están bien, la película dirigida por Kirk Jones, que sirve de remake de la obra de Giuseppe Tornatore, como nos contaron en Extracine.
La versión moderna no supera a la película original, aunque el papel de Robert de Niro en la adaptación sea insuperable. Durante el filme, Frank, que acaba de quedarse viudo, va visitando a cada uno de sus hijos de una punta a otra de Estados Unidos, después de que estos le cancelaran una reunión familiar por diversos motivos.
¿Qué es lo que hace que hoy nos fijemos en esta película para analizarla desde una perspectiva científica? Durante los cien minutos que dura, se van desgranando los engaños que los hijos van haciendo a Frank, para tratar de aparentar que su vida es tan perfecta como su padre se imagina.
Y esta serie de mentiras, a nivel profesional o personal, que vamos observando durante la película, nos hace preguntarnos, ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando tratamos de engañar a alguien o a nosotros mismos? ¿Cuáles son las bases neurológicas de la mentira? Quizás el engaño sirva solo para aparentar lo que no somos, tal y como hacen Amy, Robert y Rosie, o para tratar de que los demás no sufran sobre una situación dolorosa de afrontar, como puede ser la desaparición de David.
Podemos definir la mentira como el acto intencionado donde comunicamos a nuestros interlocutores información falsa a sabiendas de que lo es. Aunque las razones por las cuales engañamos son complejas, lo cierto es que la mentira se produce siempre en un contexto cultural y social determinado.
Desde un punto de vista filosófico o moral, engañar es una acción que provoca rechazo. De hecho, aprendemos que mentir es un acto moralmente inaceptable desde que tenemos aproximadamente 4 años, y a partir de los 6 años, es cuando empezamos a entender que la intención comunicativa de las personas con las que hablamos debe interpretarse (o juzgarse) moralmente. No se trata solo de hablar por hablar, sino de entender lo que nos quieren decir, y quizás también lo que no.
Mentir cuesta más que decir la verdad
Para comprender qué partes del cerebro se activan cuando decimos la verdad o mentimos, resulta interesante utilizar tres posibles técnicas: el conocido polígrafo, el electroencefalograma (EEG) o la resonancia magnética (MRI). El primero, sin embargo, suele ser descartado en los estudios que se realizan, ya que existe un gran porcentaje de gente que puede manipular acciones externas, como el movimiento de las manos o la sudoración.
Un estudio de hace unos años, reseñado en este blog, había identificado gracias a la MRI, qué partes del cerebro se activaban cuando decimos una mentira. En particular, se observaba una mayor activación de zonas cerebrales cuando los individuos engañaban que cuando decían la verdad.
Los once individuos participaban en un experimento que consistía en un tiroteo simulado, y posteriormente cinco de ellos debían contar toda la verdad de manera intencionada, y seis mentir sobre lo que habían hecho. Utilizando el escáner de resonancia magnética, el equipo de Feroze B. Mohamed, del Hospital de la Universidad de Temple, vieron las partes del cerebro más activas en cada caso.
Los que decían la verdad presentaban como regiones iluminadas durante la MRI dos áreas en el lóbulo frontal, una en el lóbulo temporal y otra en el sistema límbico, sin embargo, los resultados fueron distintos en los sujetos Pinocho del análisis. Estos últimos tenían tres zonas activas del lóbulo frontal (que corresponde al área donde tomamos las decisiones), dos en el lóbulo temporal y otras dos en el sistema límbico (que se relaciona con la percepción positiva y negativa de las emociones).
En otras palabras, se demostró que nuestro cerebro está más activo cuando mentimos que cuando decimos la verdad. Pero, sin duda, y teniendo en cuenta el guión de Todos están bien, podríamos relacionar los engaños con la percepción del yo, y cómo podemos usar la mentira para tratar de tener la vida que nos gustaría, o que otros quisieran que tuviéramos, como ocurre con Frank, interpretado por Robert de Niro.
El engaño sobre quiénes somos y quiénes queremos ser
Una pregunta existencial importante es quiénes somos y quiénes no, tanto para nosotros mismos, como para la sociedad o la gente que nos rodea. Tal y como cuentan en Todos están bien, los hijos no engañan a su padre porque tengan un deseo compulsivo de hacerlo, sino más bien por fingir que llevan la vida que Frank desearía.
Sin embargo, la identidad personal es un tema clave, tanto desde una perspectiva neurocientífica como psicológica. Y entender cuáles son las redes neuronales que se asocian al "¿quién soy yo?" explicaría en parte por qué se producen las mentiras sobre nuestra identidad.
Eso es en parte lo que le ocurre a Drew Barrymore cuando trata de ocultar que es bisexual, o a Robert cuando finge haber llegado mucho más alto en su carrera profesional como músico. O a Amy cuando aparenta seguir felizmente casada, cuando su separación es un hecho desde hace tiempo.
En un estudio realizado por investigadores chinos, trataron de observar, también por resonancia magnética, cuáles eran las zonas del cerebro más activas en la identificación de un yo verdadero y un yo falso.
Y los resultados volvieron a mostrar que las redes neuronales y las zonas del cerebro activas cuando mentimos o decimos la verdad sobre nuestra identidad personal son diferentes. De hecho, en los resultados vieron que los participantes que tenían que decir la verdad en el experimento, presentaban dos regiones cerebrales más activas: la zona derecha de la ínsula (relacionada también con la conciencia personal y con las emociones) y el giro frontal inferior.
Por contra, en los individuos a los que se les había pedido que mintieran durante el experimento, se vio que la parte del cerebro que estaba más activa era el giro frontal superior. De nuevo, diferentes partes activas en los distintos participantes. La verdad y la mentira producen una activación particular en según qué zonas de nuestro cerebro, aunque resulta difícil determinar cuál es "la" región de la verdad y la de la mentira.
Como vemos, mentir es un acto complejo, no relacionado directamente con un único centro del cerebro. Más bien, existen muchas zonas asociadas al engaño, dependiendo también de si estamos hablando de mentiras espontáneas o ensayadas, o el tipo de engaño que queramos plantear (sobre nosotros mismos o una situación particular).
Tras ver Todos están bien, podríamos preguntarnos por qué mentimos, una cuestión filosófica interesante. Y es que los interrogantes neurológicos aún no están resueltos del todo, dado lo complicado que resulta engañar (al menos para nuestro cerebro).
Fuente: alt1040.com
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